miércoles, 6 de enero de 2010
domingo, 3 de enero de 2010
El tejo del Valledor
Sólo te quedan cuatro ramas verdes, tejo viejo,
que no pueden con las palabras
que hemos colgado en ellas - piensas.
Ayer, cuando eras joven,
cuando el catorce de cada mes presidías las ferias,
¿te acuerdas?
¡Qué bien cobijabas los murmullos!
¡Qué esbelto eras!
¡Ni un solo chisme se oyó que comentasen
-de tantos como oyeron-
tus ramas nuevas!
¿Te acuerdas de la niña que cayó desde aquel alto peldaño?
¡Si la vieras!
¿Te acuerdas de Paco, de Amparo, del bar, la tienda?,
¿de su conversación y su alegría?, ¿te acuerdas?
¿De Mari, Lita, y Paquín?, ¿te acuerdas de Paquín?
¡Si supieras!
¿Te acuerdas de Angelito, de Modesta, de Leonor,
de Pepe el de Ramona, de las fiestas?, ¿te acuerdas, tejo viejo, de las fiestas?
¿Y de Ana, María José, Pepe, Emilio Marcos y Soledad?,
¿te acuerdas?
¿Y de Benito, José Manuel, Atilano, Manolo, José Ramón?
¡Qué tonto eres al recordarlo todo!
¡Si ya no hay feria!
¡Si ya se han muerto Paco y Paquín!
¡SI ya no hay tienda!
¡No ves que Amparo es como tú
triste y vieja!
¿Por qué parece que se te escapa el llanto?
¿Qué ves?
¿Qué piensas?
¿Qué ofreces para que contemplemos tus cañas viejas?
Tu sombra me da risa, tejo viejo,
no hay brisas cerca.
Tus raíces se han secado,
¿no te enteras?
Ya en Coba no divisas
risa en las huertas,
Rubieiro está vacío,
¿dime, en qué piensas?
¿Quizá, tejo viejo, en tu tronco
vive la pena por el recuerdo
de unos años que ya son tierra?
¿Quizá, vive en tu tronco
tan gran tristeza
que su peso, tejo viejo, es...
quien tus ramas quiebra?
sábado, 2 de enero de 2010
San Martín del Valledor
Al padre de Paco
S. Martín del Valledor,
su nombre es Paco,
su apellido…
tú lo sabes como nadie,
de él hablan tus caminos
tibias tardes
y aún silban sus lamentos
frescos aires.
¡Ay, mi hijo!
¡Ay, mi valle!
S. Martín del Valledor,
tu alegría
¿a dónde fue?
-se marchó sin avisarme-
¡Qué temblona ha despertado
hoy la higuera,
ya no duerme en la terraza
su ramaje,
ya no trepa el viejo tejo
cielo arriba,
ya no acierta sin muleta
a sujetarse!
S. Martín del Valledor,
cuéntame cuentos
mientras abro la ventana
al sol que nace,
mientras crece en la plaza
el bullicio
de personas que han venido
a recordarle.
Yo no sé, S. Martín,
si él se entera,
ni si vive a la diestra de Dios Padre,
ni si anda de la mano con su hijo,
ni si ojea viejas fotos de su valle.
S. Martín del Valledor,
¿oyes tu plaza?,
sonrojada ante el honor,
¿oyes su cante?
Hoy Rubieiro, al oído,
ha dicho a Coba,
que el regazo de la plaza
los invita a visitarle,
que vendría de Rubido
el olor de vino amable
y que, en Riomolín,
los pinos sus piñas
alegres baten.
S. Martín del Valledor,
él te quería,
-ya sabes, eras su valle-
El valle de su Amparo,
de sus hijos tierno valle,
de sus nietos y sobrinos,
de su tienda entrañable.
S. Martín del Valledor,
cuéntame cuentos,
dejaré que me engañes,
fingiré que no recuerdo
su mantel y su hospedaje
y, Piedra Dereita arriba,
soltaré sus muchos ayes.
Ycíar
Al color de San Martín del Valledor (Clic en la imagen)
El valle sube a mi encuentro
y, mientras bajo, juega con él la niebla
y lo desviste.
Ladrona enamorada,
que no resiste tanto verdor,
y engulle,
y traga.
Y piensa en la retama
tan insolentemente amarilla
de la tarde,
y la traga también,
y el camino.
Cuando la aprietan las faldas
de los montes,
huye descalza
y desnuda se escurre,
y contornea sus caderas rezagadas;
entonces,
sube el olor por el tobillo del valle
hasta el alma que baja,
y miles de verdes y amarillos se inquietan
y hablan,
y cambian de postura,
y canturrean los rosas,
y los malvas,
y los rojos riojanos de estambres azules,
y las blancas jaras,
y los marrones dorados
y las ocres retamas.
Y el cuadro pintado se cotiza en las almas
cuando suben,
cuando bajan.
Y se extienden los brazos,
y se pierden miradas,
y se buscan pinceles,
y se añoran albas.